sábado, 27 de marzo de 2010

El día que la literatura de Borges cambió

por Fabian Casas, Revista Ñ.

Escritores como Vladimir Nabokov y Paul Auster criticaron la importancia de la figura de Borges, acusándolo de construir palacios inmensos y bellos que no tienen conexión con la vida. En este breve ensayo, el poeta Fabián Casas reivindica la obra del autor de Ficciones y señala el instante por fuera de sus libros en que su obra se hizo universal.

EL ESCRITOR NACIONAL:
Se me vino a la cabeza Borges porque antes de pasar por la "Dylan toma" crucé, desde la Plaza San Martín, hacia Florida, por la Galería del Este. Hace muchos años, en mi adolescencia, yo iba a esa galería porque ahí estaba un local de la marca de ropa Little Stone que en ese entonces hacía furor. Vendían camisas floreadas, enteritos de jean y el logo de la marca era la lengua de Mick Jagger. En una de esas incursiones de testosterona pasé por la librería que aún hoy está en la galería y vi a Borges. Me quedé tieso. Estaba sentado, vestido con un traje claro y una mujer le pasaba un vaso de agua. Yo, iniciado por mi maestro de séptimo grado, ya había leído alguno de sus libros, pero creo que en ese entonces me interesaba más el rock que la literatura. Sin embargo, me impactó verlo. Me dio la impresión de que se movía en otro tiempo, y que aunque la efervescencia que prometía el local de Little Stone apenas podía rozarlo, había algo vital en ese honorable anciano. Fue como si su presencia física desmontara toda la retórica con la que me lo habían presentado a lo largo de los años. Borges era el escritor nacional. Su cara aparecía en todos lados y durante la escuela primaria y secundaria nos enseñaron un Borges prototípico: su pasión por los tigres, su odio a los espejos, los poemas de la fundación mítica de Buenos Aires, los que terminaban en rima y hablaban de los objetos y su teología ajedrecística. A ese Borges epidérmico le íbamos a sumar, más adelante, el de la precisión matemática, el metafísico fantástico, el fabulador que, gracias a una prodigiosa inteligencia, lograba relatos y ensayos que estaban por encima de la corrupción del tiempo. El reaccionario, el corruptor de los menores que intentaban iniciarse en la literatura y que tendrían que optar por su escritura clásica y erudita o la prosa salvaje de Roberto Arlt. Todas definiciones y antagonismos que no sirven para nada. Que no permiten una lectura productiva de la obra de Borges ni de la de Arlt.

BORGES VERSUS ARLT

En 1953 los hermanos Viñas –lo más parecido, en nuestra literatura, a los hermanos Castro– dieron comienzo al ciclo de la revista Contorno y lanzaron la operación de encumbramiento de Roberto Arlt. Claro que tratándose de nuestra cultura, no fue una lectura positiva sino que se trató de pura negatividad. La cosa era matar a Borges para imponer a Arlt. A partir de ahí fueron creciendo las críticas contra el escritor ciego y se llegó a publicar un libro que suele andar aún por las librerías de viejo Contra Borges. No sé si existe otro escritor argentino que se haya hecho acreedor de un libro totalmente en su contra. Llegado a este punto, podríamos jugar con un esquema borgeano: si hoy desaparecieran todos los libros de Borges y todos los libros que lo celebran, aún podríamos notar su presencia por la crítica contraria que propició. La obra del marido de María Kodama produciría el efecto similar al que, explican los científicos, deja un agujero negro, que es invisible a la vista pero que según los cálculos matemáticos está ahí o tendría que estar ahí por la inmensa presión que provoca en la materia astral. Borges, por su parte, nunca pareció preocupado por aborrecer la obra de Arlt. Cosa que solía hacer con los escritos de muchos de sus contemporáneos. Ahora está publicado el monumental Borges de Adolfo Bioy Casares. Este es un libro donde Bioy anotaba, como en un diario, sus días y noches con su amigo mayor. Por la malicia con la que disparan sarcasmos e invectivas, ambos escritores parecen Beavis and Borges, dos muñecos sentados en el suntuoso piso de los Bioy destrozando sin piedad a amigos y enemigos, yendo a velatorios y presentaciones de libros de gente que desprecian y preocupados por los premios de la vida literaria. Casi todas las anotaciones de Bioy empiezan con una frase que parece una movida de ajedrez: Come en casa Borges. El viernes siete de junio de 1957, Bioy anota un pensamiento de Borges sobre Arlt: "El juguete rabioso es mejor que todas las novelas de Mallea: cuando el malevo traiciona a su amigo, está bien". Más adelante, en un cuento suyo, El indigno, tematiza y miniaturiza al juguete rabioso. De hecho, uno de los personajes se llama Alt, posiblemente como referencia y homenaje velado, cosa que notó ya en un trabajo Ricardo Piglia. Este relato es de los 70 y forma parte del libro El informe de Brodie, que tiene cuentos sencillos, alejados de la veta fantástica y especulativa. En el prólogo, para defender su trabajo estilístico en estas narraciones, Borges cita al criador de gorilas: "Recuerdo que a Roberto Arlt le echaron en cara su desconocimiento del lunfardo y que replicó: Me he criado en Villa Luro, entre gente pobre y malevos, y realmente no he tenido tiempo de estudiar esas cosas". Más allá de los nombres ocasionales de Borges y Arlt, es claro que para el trabajo de un escritor es más importante aprender de los opuestos que seguir enamorado de los que representan su propia sensibilidad. Para citar sólo un nombre grande: Juan Carlos Onetti tomó de Borges y de Arlt y esa síntesis extraordinaria eclosionó en su obra a partir de La vida breve, un mundo de malevos y atorrantes, pero creada en la mente fantástica de un hombre común.

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